Javier Fernández de Angulo

Tiempo de lectura: 13 minutos

10 marzo, 2023

 

Colegas y amigos están citados a los Oscar. Una prueba del talento mexicano y de la nueva edad de oro de nuestro cine. Entre los tres, unidos por una gran amistad, acumulan once premios Oscar. Cinco de Iñárritu, cuatro de Cuarón y dos de Del Toro. Fantasía, infancia, muerte y ausencia son algunos elementos comunes de estos grandes artistas del celuloide. La primera foto de los tres fue tomada hace más de quince años, en la alfombra roja de los Premios Oscar de 2007. El Laberinto del Fauno de Del Toro y Babel de Iñárritu iban a por el gran premio como mejores directores y se sumó a la foto Cuarón que pronto se llevaría su propio Oscar.

Mucho ha pasado en estos años. “Dos matrimonios y 90 kilos después”, bromeó Del Toro, en un encuentro reciente, quien junto con Iñárritu y Cuarón vuelve a una nueva temporada de premios. Los tres amigos estarán presentes en la gala de los Oscar como candidatos a diferentes galardones. Pinocho de Guillermo del Toro es candidata a mejor película animada. Bardo, Falsa crónica de unas cuantas verdades aspira al premio a la mejor fotografía y Alfonso Cuarón presente como productor de Le Pupille, aspirante a mejor cortometraje. Guillermo del Toro (Guadalajara, México) 57 años ha asombrado al mundo con su nueva versión de Pinocho, un deseo perseguido durante más de diez años y personaje clave de ficción del cineasta. Autor de películas como La forma del agua o El Callejón de las Almas Perdidas, ha creado una obra maestra con esta cinta de animación bajo la técnica stop-motion. “Cada uno de ustedes tiene una historia que contar, es un pionero. Cada uno tiene una meta. Y Pinocho es la mía, una de las historias más importantes de mi vida a la que quiero dar la vuelta”, declaró el director en una de las presentaciones de su filme.

Las imágenes impactan desde el inicio, el nacimiento de un niño de madera con un alma prestada. “Es una película muy personal. Hay dos historias que guardan una gran relación conmigo y con mi padre. Frankenstein y Pinocho. Para Guillermo es una historia que habla de la desobediencia, de la ausencia, de la infancia y la paternidad de una manera sobrecogedora. La obra, para añadirle drama, sucede durante la llegada al poder de Mussolini. Es de tal impacto la obra de Guillermo que el Museo de Arte Moderno de Nueva York le ha dedicado una gran exposición, donde se pueden ver las maquetas a escala, el trabajo impresionante que hay detrás de las marionetas, creadas con mucha precisión. Guillermo del Toro: Crafting Pinocchio expone de forma única el paso a paso en el rodaje de la cinta del mismo nombre. “Ninguna forma de arte ha influido más en mi vida y en mi trabajo que la animación y con ningún personaje en la historia he tenido una conexión tan personal y profunda como con Pinocho”, afirmó el aclamado director de cine Guillermo del Toro.

Alejandro González Iñárritu dirigiendo al actor Daniel Jiménez Cacho en Bardo.

En esta exposición, que coincide con el estreno de la película, los visitantes tienen la experiencia de estar en el set de filmación; y podrán aprender directamente cómo un grupo internacional de diseñadores, artesanos y artistas de animación, provenientes de Portland, Guadalajara, y Altrincham trabajaron en equipo para traer vida a la visión del director mexicano. La exposición de Nueva York se completa con una instalación inmersiva que reúne diseños exclusivos de videos y carteles de la filmografía de del Toro, incluyendo obras como El laberinto del fauno (2006), Titanes del Pacífico (2013), La forma del agua (2017) y El callejón de las almas perdidas (2021).

Alfonso Cuarón es el productor detrás de Le Pupille, de la la directora italiana Caterina Rohrwacher.

Guillermo del Toro desde los once años se puso a jugar con las cámaras de cine y a grabar escenas. Su portentosa fantasía le han convertido en uno de los grandes maestros del género y se ganó la admiración de Hollywood. Ganó el Oscar a mejor director por La forma del agua. También se llevó el premio a mejor película. En Netflix se puede ver una de sus obras más recientes, El callejón de las almas perdidas, un homenaje al cine de intriga de los años cuarenta. El Espinazo del diablo (2001), Hellboy, (2004) Cronos son algunas de sus obras más admiradas. Del Toro lleva una década vinculado al mundo de la animación, ha trabajado como productor y director para los estudios DreamWorks. La técnica empleada en Pinocho la utilizó en sus primeros cortometrajes. A la hora de abordar Pinocho tenía clara su mirada: “Casi todas las versiones de Pinocho que hay son sobre la obediencia.

La nuestra es sobre la desobediencia”, señala el cineasta mexicano, quien codirigió la película con Mark Gustafson. “Hay algo muy bello en la historia de una marioneta que se niega a obedecer. El cineasta tapatío considera que su Pinocho cierra una trilogía sobre la infancia y la guerra que comenzó con El espinazo del diablo (2001) y profundizó con El laberinto del Fauno (2006). Nacido en una familia católica, vivió el secuestro de su padre en México y eso le ayudó a decidirse a salir del país, pero siempre ha estado cerca de México, fue cofundador del Festival de Cine de Guadalajara, y creo la compañía de producción Tequila Gang. También es autor de varias novelas, Nocturna escrita con Chuck Hogan y juntos publican también Oscura. Dos obras que forman parte de una trilogía. Respecto a Pinocho siempre ha dejado claro “nunca pensé que fuera una película para niños, pero siempre pensé que los niños la podían ver. A mí el Pinocho de Disney me parece aterrador”.

Uno de los temas que aparecen en su obra es la ausencia, y respecto a eso señala, “quien se va, se queda para siempre en nuestro pensamiento, en la memoria y en el corazón.” Para Del Toro el hijo es la renovación de los padres, y son los padres los que deben aprender de los niños, nos enseñan y el milagro de un hijo imperfecto es algo que a veces nos da el cielo”. Afirma. Y concluye, “Para mí la desobediencia con conciencia es una virtud y la obediencia ciega es un crimen”. Hay que ser fiel a las ideas y no a las ideologías que te las dan hechas. Hay más verdad en la desobediencia que en la obediencia.” Proclama durante la promoción de Pinocho.

La verdad según González Iñarritu

Otra estrella mexicana del firmamento de Hollywood es Alejandro González Iñárritu que acaba de presentar su obra más personal, Bardo, una película que ha dividido a la crítica, con una fotografía impecable y una capacidad narrativa propia de una gran cineasta, una obra valiente, donde el autor desnuda muchos sentimientos. Desde hace 21 años, es un inmigrante que vive en Estados Unidos, en California. Y su obra habla de ese desarraigo como él mismo relata en El País, “A lo largo de mi carrera, en distintas películas, he observado desde fuera un fenómeno cercano a mí, la inmigración.

Vivo en una ciudad en la que soy migrante, cierto es que desde una situación de privilegio, pero comparto sus calles con otros migrantes de distintas clases. En Bardo afronto el tema desde mi propia experiencia, contando algo que es muy difícil de arañar, de expresar, para quienes no lo han sufrido, y que quienes estamos dislocados, desplazados, entendemos. Lo hago sin certidumbres, creando la película desde el desasosiego, sin respuestas. Enseño el sentimiento que sé que comparto con millones de personas, en una historia para la que he necesitado cinco años para encontrar su orden”. Aborda con sinceridad la muerte de su hijo, sin duda la obra es una gran confesión, un ejercicio de sinceridad profundo, de alguien que reconoce sus debilidades y sus dudas, desde un limbo donde no hay verdades absolutas, pero sí eflexiones. El actor Daniel Giménez Cacho hace de perfecto alter-ego del cineasta. Cuando piensa en los autores que han influido en esta obra señala Buñuel, Jodorowsky o Rulfo. Ese surrealismo con mensaje Iñarritu lo convierte en una gran obra profundamente honesta.

La visión del productor: Alfonso Cuarón

La tercera estrella mexicana en Hollywood llega a la gala con un corto sobre la infancia. Basada en una carta de Navidad que Elsa Morante, una célebre escritora italiana del siglo XX, envió a su amigo Goffredo Fofi en 1971. El corto Le Pupille narra una pequeña historia en torno a un pastel de Navidad. La sinopsis oficial del cortometraje describe que “esta historia va desde la inocencia hasta la avaricia, pasando por la fantasía en una universidad católica para mujeres en los años de la guerra en Italia”. El resultado es un mediometraje de unos 37 minutos.

Aunque el proyecto no fue dirigido por Cuarón, autor de grandes éxitos del cine como Gravedad y Roma, fue en esta ocasión el productor. La dirección estuvo comandada por la italiana Alice Rohrwacher (Lazzaro felice), quien asimismo fungió como guionista. “Me encanta que [Rohrwacher] haya hecho un corto en el que combina tantos elementos temáticos y en el que no hay una respuesta fácil”, comentó Cuarón en entrevista con Los Angeles Times. “En última instancia, es una historia sobre la rebelión, sobre la desobediencia, y en ese sentido, se acerca a Pinocho de Guillermo del Toro. Pero también es una historia sobre cómo nuestras acciones tienen consecuencias imprevistas”.

Aunque no se lleve la estatuilla, solo la nominación le permite a Alfonso Cuarón tener un récord, será la segunda persona en la historia junto a Kenneth Branagh que ha competido en siete categorías de Oscar distintas, Mejor Película, Mejor dirección, Mejor fotografía, Mejor guion original, Mejor guion adaptado, Mejor edición y ahora mejor cortometraje. Tres genios del cine que invitan a la rebeldía y al aplauso.

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