Los comedores de patatas (1885)
Durante su estancia en Nuenen, el neerlandés pintó esta escena cotidiana de una familia de agricultores. Un retrato honesto y sin adornos sobre la vida de los trabajadores de la tierra. En palabras del pintor, “habían usado las mismas manos con las que ahora toman comida del plato para cavar la tierra”. Para muchos críticos, Los comedores de patatas fue la primera gran obra de Van Gogh.
La casa amarilla (1888)
En mayo de 1888, Van Gogh rentó cuatro habitaciones de esta casa en Arlés (las ventanas color verde indican cuáles). Esta pieza buscaba capturar la vida alrededor de su nuevo hogar: el restaurante, los locales y el puente donde pasaba el tren. Además de tener un lugar para vivir y pintar, la idea original del artista era convertir este espacio en un punto de reunión para otros genios de la época, lo cual nunca se concretó.
Anciano en pena (1882)
Van Gogh tenía una inclinación por las figuras de la clase trabajadora. Este personaje, por ejemplo, vivía en una casa de beneficencia en La Haya. De hecho, el pintor pasaba mucho tiempo en este lugar, donde le pagaba a los residentes por retratarlos a lápiz con la finalidad de practicar las proporciones humanas, posturas y expresiones faciales.
El dormitorio en Arlés (1888)
Primero pintó la casa, después el dormitorio. Esta obra —un juego de proporciones y perspectiva— fue la primera de una serie de tres (casi idénticas). La segunda se encuentra en el Art Institute de Chicago y la tercera en el Musée d’Orsay. Sin duda, una de las más famosas imágenes en el imaginario colectivo que tenemos sobre Van Gogh.
Almendro en flor (1890)
Tomando como inspiración la xilografía japonesa, Van Gogh plasmó en este óleo uno de sus elementos favoritos: flores contra un cielo azul. La pintura fue creada como un regalo para su hermano Theo y su cuñada Jo que acababan de tener un bebé. Esto explica la elección del almendro, el cual florece en la primavera como símbolo de una nueva vida.
Trigal con cuervos (1890)
Más allá de ser una de sus pinturas más famosas, Trigal con cuervos representa uno de los grandes mitos sobre el artista. Algunos dicen que el cielo turbio y los cuervos eran un presagio sobre su muerte, y otros aseguran que se trató de su última obra. Para Van Gogh esta pieza significaba “un regreso al campo, pero con un mensaje de tristeza, soledad y contrastes”.
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En este autorretrato —uno de muchos que realizó durante su carrera—, Van Gogh se presentó como un pintor moderno que sostenía sus pinceles y una paleta de colores brillantes detrás del bastidor. Se trata de la última obra que produjo en París, ciudad que lo agotó física y mentalmente.