“Miami Vice, Magnum P.I… Nos hemos dejado influir por los modelos que se ven en las películas y en las series de los años 80 –cuenta a Gentleman Filippo Ricci, director creativo de la casa de alta sastrería florentina Stefano Ricci e hijo del fundador– para luego comprar coches más modernos, como el Ferrari Testarossa”.
Modernos en comparación con la espectacular colección de coches vintage de la familia que solo muy pocos conocen. “Mis padres nos llevaban a mí y a mi hermano Niccolo a Florencia a ver las 1.000 Miglia –recuerda Ricci–. Participaron en muchas ediciones de esa competición. Así que coleccionar coches históricos ha sido algo natural para nosotros”.
El primer vehículo que cayó en manos de esta familia icónica en el mundo de la sastrería de lujo fue un Aston Martin DB2 que era del presidente de Estados Unidos Gerald Ford: “Mi padre decidió correr con él sus primeras 1.000 Miglia. Desafortunadamente tuvo una avería la primera noche de la competición, aunque hoy funciona perfectamente. Más tarde hemos comprado otros Aston Martin, como un DB4 gris, el mismo que conduce James Bond en las novelas de Ian Fleming (en las películas se usó un DB5); lo encontramos en Alemania, era de la actriz Sandra Bullock. Pero el más antiguo de toda nuestra colección es un Le Mans de 1933, con el cual he participado en dos ediciones de las 1.000 Miglia. En el mundo solo existen unos diez”.
Además de los Aston Martin, también los Jaguar ocupan un lugar especial en el corazón de la familia Ricci. “Tenemos un XK120 con el que hemos participado en tres 1.000 Miglia, y un XK 140 negro, el coche que mi madre solía usar para las competiciones”. Con el tiempo han llegado los Ferrari, “como el Testarossa de Miami Vice, por cierto. Después llegó el momento de un bellísimo 275 GTS, actualmente en restauración, que por años fue del gran atacante de la selección italiana de futbol Gigi Riva. Todos coches muy rápidos”.
La velocidad, elemento constante de la vida cotidiana contemporánea, es un tema que ha inspirado también las colecciones de sastrería de Stefano Ricci, dirigidas a clientes internacionales, acostumbrados a viajar tanto por pasión como por necesidades laborales. “Nos dirigimos a un hombre dinámico –explica Filippo Ricci–, sumergido en el frenesí de nuestros tiempos, pero que, al mismo tiempo, sea capaz de apreciar la calidad y el trabajo artesanal”.
Velocidad y dinamismo son características que la empresa demostró a principios de los años 90, cuando, como pionera, eligió a China para abrir la primera boutique monomarca del mundo. “Fue mi padre quien quiso que fuera Shanghái. Todos lo consideraron un visionario”, nos cuenta Niccolo Ricci, CEO de la empresa. “Cuando en los años siguientes muchos eligieron producir en Asia para luego vender en Occidente, nosotros seguimos por nuestro camino, convencidos de nuestra elección: producir en Italia para vender en el mundo”.
Para la empresa, el mercado chino representa alrededor de 25% del negocio, lo que demuestra lo acertado de la decisión de abrir en Hong Kong la boutique número 60, justo cuando se celebraban los 25 años de la inauguración de la primera, en 1972 en Florencia. Decisiones que han permitido mantener el timón hacia el objetivo y llevar a la empresa al éxito internacional, porque, como explica su CEO, “desde su origen Stefano Ricci apunta a la calidad absoluta: somos una manufactura de prestigio y nuestra producción es cien por cien made in Italy. Nunca hemos puesto en riesgo la calidad para favorecer la cantidad, y por lo mismo nuestros productos no tienen rebajas ni se encuentran a la venta en outlets”.
Aunque quizás sí en algún auto. “Nos han pedido, de hecho, personalizar el interior de algunos coches. No está entre nuestros objetivos, aunque nunca hay que decir nunca. Más aún porque, hace 20 años, mi padre se encargó de revestir los interiores de un Lamborghini Diablo”.
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