María Estevez

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Tiempo de lectura: 19 minutos

12 octubre, 2019

 

Tengo un calendario donde voy tachando los días para el estreno de El Irlandés, la nueva película de Martin Scorsese. El realizador neoyorquino vuelve a reunir a un triunvirato histórico en el cine: Al Pacino, Robert De Niro y Joe Pesci en una película sobre la mafia. Sus tres horas y media de metraje no me asustan, por el contrario, estoy convencida de que, después de una década en preproducción y con un elenco de este calibre, estamos ante la película del año.

 

 
 
 
 
 
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It’s my pleasure to officially announce my latest feature film, The Irishman, coming this fall. “I heard you paint houses…”

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El irlandés inauguró el Festival de Cine de Nueva York el 27 de septiembre, luego pasará brevemente por los cines norteamericanos y se estrenará en Netflix el próximo 27 de noviembre. La plataforma apuesta por los premios Oscar, tras ganar el año pasado con Roma, y espera con El irlandés asaltar de nuevo Hollywood, aun con la oposición de las grandes cadenas de exhibición que se niegan a mostrar sus películas en los cines.

El irlandés está basada en la novela I Heard You Paint Houses, de Charles Brandt, cuyo título hace referencia al popular eufemismo de la mafia que alude a las salpicaduras de sangre que quedan en las paredes después de un asesinato. La novela recopila, a través de entrevistas con el propio Sheeran, su participación en 25 asesinatos a sueldo, así como la posible autoría del asesinato de Hoffa. En la cinta, Robert De Niro se encarga de interpretar a Sheeran, íntimo amigo de Hoffa (Al Pacino) y el principal sospechoso de su desaparición. El guión está a cargo de Steven Zaillian que cuenta entre sus libretos: La lista de Schindler, Gangs of New York, Moneyball y la serie The Night of.

 

El proyecto empezó hace una década en Paramount, pero el estudio lo abandonó por cuestiones de presupuesto y la producción —calculada en casi 160 millones de dólares— fue recogida por el gigante Netflix. Una monumental producción donde se ha dado rienda suelta a Scorsese para que haga y deshaga como quiera, hasta el punto que, entre los efectos especiales se encuentra el de rejuvenecer y envejecer a los actores con nuevas tecnologías, pues la narración se extiende a lo largo de dos décadas. Gran parte del presupuesto está invertido en el rejuvenecimiento digital de algunos de los personajes, muy similar al que se ocupó en Benjamín Button (2008).

Durante las entrevistas de su último filme, Silencio, Scorsese anunciaba su interés por volver a trabajar con De Niro. “Tenemos una historia pendiente. Deseábamos hacer este filme desde hace mucho tiempo”. Su interés por mantener narraciones relevantes le han apartado un poco de su propia industria. “En el mundo actual, nada tiene relevancia o sentido alguno. No veo mucho cine moderno desde hace unos años. Paré porque no significa nada. Nos inundan con imágenes y palabras que no significan nada. ¿Dónde está la verdad hoy día? Hay que desnudar todo para encontrarla. Hay que llegar hasta el fondo y olvidarse de las capas. ¿Cómo llevar una buena vida, con compasión hacia los demás, en el mundo actual?”. Esas dudas ya asolaban a Scorsese en Mean Streets (1974), donde el personaje central fue interpretado por Harvey Keitel.

 

 

 
 
 
 
 
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#nyff #theirishman

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Estamos hablando de Martin Scorsese, el legendario cineasta neoyorkino que vuelve con un prometedor proyecto, cuyo primer teaser se estrenó durante la 91 edición de los premios Oscar. Dicha cinta marcó un hito desde el momento en que se confirmó el elenco: el director juntó a Robert de Niro (que dijo en entrevista que tenía “asuntos pendientes” con Scorsese) y Joe Pesci, con quienes no colaboraba desde la mítica Casino (1995), sumado a la participación de Al Pacino, que trabaja por primera vez con el director y completa la terna de los tres grandes italianos en pantalla. De Niro interpreta al asesino a sueldo Frank, El irlandés Sheeran; Pacino da vida al sindicalista Jimmy Hoffa y Joe Pesci encarna al mafioso Russell Bufalino, a quien se le atribuye la desaparición de Hoffa en 1975, aunque el caso sigue sin resolverse. Los 106 días de filmación hacen de este rodaje el más largo en la carrera de Martin Scorsese.

En entrevista con The Playlist, el cineasta comentó que ésta será diferente a sus otras cintas de gánsteres. “Pienso que Goodfellas y Casino comparten un estilo que concebí para el guión de ambas. La cinematografía, los cortes, las tomas y todo eso fue planeado con mucha anticipación. Para El irlandés fue un poco diferente; definitivamente, es una mirada al pasado, una retrospectiva sobre la vida de un hombre y las decisiones que debe tomar”.

 

Con El irlandés podríamos estar frente al despertar del cine estadunidense de gánsteres. “Estoy emocionado por ver la reacción del público”, dijo Jane Rosenthal en la alfombra roja de los Emmy. “Sorprenderá que, como película de Scorsese, es más lenta. No tiene el tipo de intensidad visual de Casino o Goodfellas. Los protagonistas se miran dentro de sí mismos. Hay cierta cadencia espiritual”.

Aunque la premisa puede parecer llena de acción y de ritmo rápido, Rosenthal sugirió que veremos un punto de vista algo introspectivo. “Vamos a descubrir la toxicidad de la masculinidad; ésa es una de las premisas de El irlandés. Veremos lo que sucede cuando una persona elige a la familia de la mafia sobre su propia familia nuclear y luego trata de hacer reparaciones al final de su vida”. El elenco concluye con Anna Paquin, Harvey Keitel y Jesse Plemons. “Lo más destacado de hacer El irlandés fue poder terminar la película”, dijo Rosenthal, productor del filme. “He estado trabajando en ella desde el 2007. Ha sido una suerte poder contar con los actores, el guión, los efectos especiales y, sobre todo, con Marty. El resultado es extraordinario”.

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12 octubre, 2019

 

Si sólo hubiera dos sillas para sentar a los mejores fotógrafos del s. XX, sin duda una de ellas sería  para Irving Penn. El gran genio de la imagen que revolucionó la fotografía, lo mismo retrataba una colilla que un cuadro, unos labios rotos de color que a los grandes intelectuales de la época como Truman  Capote, Marcel  Duchamp  o Picasso. Con la misma fuerza y el mismo talento trataba la mirada de un sabio que un objeto sin vida. Sus imágenes cambiaron la historia de Vogue y otras revistas de moda. Siempre rozó el límite de la fotografía con ironía y exceso, ya fueran modelos de muchos kilos o labios con herramientas.

Se celebran los cien años del nacimiento del artista con una exposición antológica en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York que reivindica su figura bajo el título de Centennial. Decía Ivan Shaw, director de fotografía para Vogue, que Penn todo lo hacía bien: el retrato, la moda, los objetos. Pocos fotógrafos son capaces de moverse con tanta facilidad en las alturas. Su blanco y negro no te dejaba indiferente, pero sus imágenes de lifestyle estaban llenas de vida. Sus trabajos publicitarios para firmas como L’Oréal y su tratamiento de la imagen  rompió para siempre la barrera entre lo comercial y la artesanía. Como él decía, retratar un pastel también puede ser arte.

Hijo de emigrantes rusos, la pintura siempre fue su sueño, pero con sus instantáneas creó obras tan inmortales como las que aparecen en los lienzos. Por eso, ahora el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York le rinde un merecido tributo y celebra el centenario del nacimiento del artista. Sus trabajos meticulosos hacían pensar a los críticos que se pasó media vida detrás de la cámara y la otra mitad en el laboratorio o pensando en composiciones.

Cualquier fotógrafo de estudio hoy tiene en Irving Penn la mayor referencia, pues hasta la colilla de un cigarro tras un disparo se convertía en una obra única. Sus primeras imágenes en revistas de moda fueron retratos impecables de alta costura, con una elegancia sorprendente y una luz que cambió la mirada de las publicaciones de estilo. Su capacidad para pasar de los ojos de un pintor a una naturaleza muerta es admirable. La exposición Irving Penn: Centennial repasa como nunca antes todas las disciplinas que dominó el artista, con 70 años de carrera en imágenes de gran impacto en soportes y técnicas como la fotografía, el grabado o la pintura.

La muestra recorre sus diferentes caminos: carteles para la calle, incluyendo ejemplos de trabajos tempranos en Nueva York, el sur de Estados Unidos y México; moda y estilo para varios títulos internaciaonales y con muchas fotografías clásicas de Lisa Fonssagrives-Penn, la ex bailarina que se convirtió en la primera supermodelo, así como en esposa del artista; retratos de indígenas en Cuzco, Perú; pequeños cuadros de trabajadores urbanos; rostros de personajes de la cultura muy queridos, que van desde Truman Capote, Joe Louis, Picasso y Colette a Alvin Ailey, Ingmar Bergman y Joan Didion; retratos de los ciudadanos de Dahomey (Benin), Nueva Guinea y Marruecos vestidos de manera fabulosa; los últimos muertos de Morandi; desnudos voluptuosos; y gloriosos estudios de color sobre las flores.

La belleza en su concepción original. Además, se aprecia cómo el artista va transmitiendo las tendencias culturales de la época, y también su capacidad para hacer retratos comerciales. Su cuerpo de trabajo también muestra el auge de la fotografía en los años 70 y 80, época en que las revistas de moda tienen su esplendor. Pero el mundo sofisticado en el que vive Irving contrasta con sus fondos sencillos. Un rincón, una esquina le servían como gran escenario. De hecho, su lienzo preferido estaba hecho de una vieja cortina de teatro encontrada en París, que había sido pintada suavemente con unas nubes grises y difusas. Este telón de fondo siguió a Penn de estudio en estudio.

Otros puntos destacados de esta magna exposición incluyen imágenes recién desenterradas del fotógrafo desde su tienda de campaña en Marruecos, algo inédito que descubre al artista lejos del glamur, como por ejemplo lo que realizó en México o en Cuzco, con retratos sobrecogedores.

Así, las formas, los rostros, las sombras, las miradas y la rebeldía hacen inmortal la obra de Irving Penn. Impactos provocativos, como desnudos voluptuosos o detalles sutiles, cuando en su foto de moda retrata a la modelo descalza, cansada ya de tanta sesión fotográfica. Elegancia y rotundidad, provocación y belleza, dos registros que sólo un genio como él puede llevar a la máxima expresión.

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