DAVIDE PASSONI

Tiempo de lectura: 8 minutos

30 junio, 2023

 

“El hombre que trabaja con sus manos es un trabajador, el que trabaja con sus manos y su cabeza es un artesano y aquel que trabaja con sus manos, su cabeza y su corazón es un artista”. Con estas palabras, sin saberlo, San Francisco de Asís anticipó de casi seis siglos el significado de la alta relojería. Suiza, alemana, italiana o japonesa —no hay ninguna diferencia. Son pocas las industrias en las cuales la combinación de trabajo artesanal, habilidades manuales, técnica y tecnología logran transformar un objeto de uso común en una obra de arte, y la alta relojería es una de ellas. Una capacidad que deriva de siglos de aplicación constante, investigación, búsqueda de la perfección y, sobre todo, pasión.

Porque la alta relojería no es solo mecánica: es grabado, joyería, esmaltado, pintura e, incluso, sastrería. Todos oficios artísticos que contribuyen a crear objetos a veces sorprendentes, a menudo únicos, siempre de altísimo nivel. Por supuesto, no todas las casas relojeras son capaces de dar vida a piezas extraordinarias, que llamarlas solo relojes sería un eufemismo.

Se necesitan habilidades, pasión y esa mezcla de visión y locura que solo un artista puede dar a su creación. Basta pensar en una firma como Patek Philippe. La maison de Ginebra es capaz de crear tanto relojes súper complicados con cronógrafo rattrapante, repetidor de minutos y grande sonnerie (todos triunfos de la micromecánica), como modelos en los cuales toman el escenario los llamados métiers d’art, como, por ejemplo, en el caso de la referencia 5230P. En el centro de la carátula destaca la antigua técnica de decoración guilloché, junto con la complicación de hora universal ideada en los años treinta por Louis Cottier, exclusivamente para Patek Philippe. Se trata de modelos que se han vuelto de culto para los grandes viajeros y los coleccionistas: un guardatiempos cosmopolita con caja de platino, y carátula y correa ambas de color azul.

Siempre en Ginebra, Vacheron Constantin ha sido otro protagonista de la manufactura de relojes de autor que en su larga historia (la empresa fue fundada en 1775), ha sido capaz de sobresalir en los diversos oficios artísticos combinándolos con las más altas expresiones de la mecánica relojera. No es casualidad que la más preciosa de sus colecciones se llame Métiers d’Art y que incluya relojes como aquel dedicado al Año del Conejo del horóscopo chino. Aquí, el savoir-faire de los grabadores y esmaltadores reinterpreta en la carátula la técnica china y suiza del découpage, todo en una caja de platino, en cuyo interior late un movimiento que lleva el Punzón de Ginebra, garantía de excelencia y fiabilidad.

Le Brassus, por otro lado, es la cuna de Audemars Piguet, una de las pocas grandes casas relojeras que se han mantenido independientes y cuya fuerza radica en la pasión con la que los descendientes de los fundadores Jules- Louis Audemars y Edward-Auguste Piguet la manejan todavía hoy. En la mente de los apasionados, la marca está asociada a una colección, la Royal Oak, y con razón, porque hace 50 años el lápiz y el diseño de Gérald Genta firmaron una revolución que ha abrumado y cambiado para siempre el concepto de reloj deportivo de lujo.

Sin embargo, la habilidad de los artesanos de Audemars Piguet tiene raíces más antiguas y se puede encontrar, por ejemplo, en los acabados de las carátulas. El guilloché que embellece algunas piezas de la colección Code 11.59, el grainé del Royal Oak, el ónix, la venturina y el ópalo utilizados como fondo para las complicaciones o las simples manecillas de la colección símbolo de la marca son ejemplos de artesanía, difíciles de encontrar en otras marcas.

La unicidad del hecho a mano caracteriza también a marcas con una historia relojera más reciente, capaces de posicionarse en el top de gama gracias a una pasión y un enfoque únicos. Podríamos, de hecho, continuar con otros ejemplos de marcas que ponen manos, cabeza y corazón en sus colecciones, justo con el sentido que le dio San Francisco de Asís, quien vio en el mundo el milagro de la mano de Dios, capaz de crear armonía y belleza. A nosotros, en cuanto a relojes, basta ver las sabias manos de los técnicos y artesanos comprometidos con donar nobleza al tiempo.

 

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