Izaskun Esquinca

Tiempo de lectura: 8 minutos

12 marzo, 2019

 

Los cuatro idiomas que domina Pascal Raffy son la señal de la amplia cultura de este interesante personaje de la relojería contemporánea. Y es que su interés en saber apreciar un buen reloj comenzó desde muy pequeño, cuando pasaba tiempo con su abuelo. Sin embargo, antes de llegar a la relojería, pasó algunos años al frente de una compañía farmacéutica, de donde obtuvo buena parte de su fortuna y de la que se separó a la edad de 37 años para dedicarle tiempo a su hija.

Pero ese breve descanso y sus intereses de coleccionismo lo llevaron a descubrir la fina artesanía y mecánica de la firma Bovet, que vivió una época de auge a mediados del siglo XIX. Son ya 18 años con la marca.

¿Cómo llegaste hasta aquí?
Es muy interesante. Un amigo me propuso un pequeño juego. Me sugirió tomar algunos de mis relojes para que yo descubriera cuáles eran, los colocó debajo de una servilleta de tela y yo, con el tacto, los adivinaría. Toqué la caja sobre la servilleta y la corona continuaba sobre la correa; de inmediato noté que no era uno de mis relojes, entonces lo destapé y era Bovet. Me di cuenta de lo poderosa que eran su forma y su identidad. Lo revisé con mi lupa y pensé: aquí sí hay artesanía. La conocía muy bien gracias los libros de historia, desde el siglo XIX hasta nuestros días, y esta casa siempre ha estado presente en las subastas; desde ese viaje de Eduard Bovet a Fleurier, donde fue el primero en colocar 174 artesanos relojeros. Entonces pensé: “Yo quiero permanecer retirado, pero con esta propuesta que me traen, he conseguido la respuesta que necesito; esto es el lujo verdadero. Me di a la tarea de dotarla de nuevos bríos para ofrecerles a los coleccionistas un producto de alto nivel artesanal fabricado todo a mano. Diecisiete años después, nos encontramos verticalizados haciendo cajas, carátulas y manecillas, estas últimas que requieren de un fino trabajo, así como el movimiento hasta el espiral.

¿Cómo te sientes con estos logros?
Feliz, muy feliz porque puedo adaptar mis ideas para el placer de mis coleccionistas, lo que me permite presentar, cada año, dos ediciones limitadas de 60 movimientos. Hay que estar un poco loco, porque son inversiones muy grandes que van de uno a cinco años.

Pascal Raffy

Pascal Raffy en un retrato para Gentleman. (Foto: Rodrigo Galindo)

¿Y los coleccionistas?
Cuando visitan la manufactura, se dan cuenta de que hay 104 artesanos que fabrican desde la carátula hasta el espiral. Ése es el mundo de Bovet. Lo que yo aplico. El lujo verdadero. En todas nuestras colecciones hay lógica, hay una base. Todas y cada una de las complicaciones puedes usarlas. El coleccionista va a casa y tiene una pieza con la que cada día va a descubrir algo nuevo. No estamos más en el mundo del reloj, porque todos tenemos nuestros teléfonos para ver la hora que es. Aquí con Bovet estamos en el mundo de los guardatiempos, conservando el patrimonio y ofreciendo grandes piezas.

Una de las innovaciones en Bovet es el Sistema Amadeo. Cuéntame de él.
Somos una marca clásica sentada en el clasicismo, la tradición y sus valores. Y le somos muy fieles, porque cuando se tiene la educación —que es la base de todo en el mundo— se puede abrir la mente a innovaciones y conceptos con una propuesta más moderna. Pero hay que ser educado para eso. El Sistema Amadeo pertenece a esta categoría y nació porque tuve problemas de cuello. Cuando estoy en mi casa, siempre me quito el guardatiempo y lo pongo en la mesa. Durante esa época, al tener los discos dañados, siempre inclinaba la cabeza y me lastimaba, así que me prometí que sentaría el reloj. Lo logré después de siete años al desarrollar el Sistema Amadeo, que consiste en dotarlo de una tapa posterior que le permite colocarse en una superficie, es decir, que va de un reloj de pulsera a un reloj de mesa. El arte verdadero debe causar emoción y en las piezas de Bovet se desborda emoción.

¿Qué significa para ti el tiempo?
Para mí, es el lujo absoluto: medirlo, suspenderlo, estudiarlo, analizar el tiempo que pasa, esperar que se ralentice y descubrir cada mañana qué pasó. El tiempo que se queda ahora, las lecciones de vida, qué haríamos del tiempo que nos queda… El tiempo es el valor absoluto de la existencia del ser humano. Si lo pensamos bien, ése es el patrimonio.

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