Jaume Plensa, el escultor detrás del muro
Subtítulo El admirado artista barcelonés, cuyas obras impactan las grandes urbes, exhibe en la Ciudad de México una monumental obra en el MUNAL hasta el 24 de febrero.

La obra de Jaume Plensa no deja indiferente a nadie por su monumentalidad, su belleza y su invitación a la reflexión. La dimensión de la obra aumenta la emoción y su presencia en las grandes ciudades genera tristeza cuando se van. Son obras nómadas: “Mis piezas son públicas pero sin hogar, van desplazándose por el mundo. Nacen aquí y duermen allá”, declara Jaume.

La obra Behind the Walls llega a México de la mano de la Fundación Callia, presidida por Carmen Reviriego, una gran impulsora del mecenazgo. Transportar la pieza no ha sido tarea fácil; montarla tampoco, pues proviene del Rockefelller Center de Nueva York. Hoy duerme en el patio de los Leones del Munal, que se estrena como espacio escultórico.

La gigantesca obra muestra a una niña que se tapa los ojos y todo lo que eso implica: perder el mundo exterior, una crítica a los muros que nos impiden ver el mundo bajo dos toneladas de peso. “Esto no es una escultura, es un estado de ánimo”, señala el artista.

Nacido en Barcelona, Jaume encontró en la escultura su mejor manera de expresión. Comenzó con hierro, luego empleó cristal , resina, luces, sonido y ahora involucra la palabra y las letras como parte de su obra y su mensaje. La famosa fuente del Millennium Park, en Chicago, le otorgó prestigio y admiración mundial, pues su obra fue capaz de cambiar un gran entorno. Con motivo del décimo aniversario de esta fuente, el artista presentó cuatro esculturas monumentales instaladas en Millennium Park. Una de ellas se componía de 1,004 retratos de niñas creados en hierro fundido y resina. En Madrid, el rostro que preside la Plaza de Colón ha enamorado tanto a la ciudad que no quiere que la obra se vaya. Su exposición en la Ciutat de les Arts i les Ciències de Valencia recibió un millón de visitantes.

El artista Jaume Plensa ha sido premiado con la Medaille de Chevalier des Arts et des Lettres del Ministerio de Cultura de Francia (1993), el Premio Nacional de Bellas Artes del Gobierno de España (2012) y el título de doctor honoris causa del Art Institute of Chicago (2005). Plensa reconoce que su obra se ha transformado, pero con denominadores comunes: de Tokio a Londres, de Brasil a Venecia, su obra es admirada.

“Ha cambiado muchas veces de forma, pero si lo mirásemos como una gran panorámica, veríamos que los contenidos se repiten. El mar, las cabezas, el cuerpo, el lenguaje, la literatura, la biología, lo efímero, lo espiritual Es un círculo de obsesiones”, declaró al diario El País, y añade: “Busco fabricar silencio, algo esencial en momentos como éstos, con tanto ruido mental y confusión, algo que ha venido repitiéndose en todos los finales de siglo. Hay demasiada contaminación de mensajes”. Las palabras de Plensa son serenas, como él mismo dice: “Siempre grito menos que el que grita”.

Hay más de siete metros de escultura hecha con polvo de mármol y fibra de vidrio, que nos invita a la reflexión desde el Centro Histórico de la Ciudad de México, que ya es un poco menos centro histérico. “La escultura tiene algo clave que está relacionado con la música: la vibración de la materia. La vibración de nuestros pensamientos va llenando de energía el espacio; por eso la escultura es pura alma, es el soplido de vida que puedes inyectar a un cuerpo, es cultura en estado puro. Ya desde las comunidades ancestrales, la escultura era la manera de relacionarse con la divinidad, con lo abstracto, lo intocable, lo imposible”.