Daniela Valdez / Foto: D.R.

Tiempo de lectura: 10 minutos

15 agosto, 2019

 

En la primavera de 1919, Alemania se rehacía de los desastres de la Guerra y el mundo iniciaba una nueva era. En la pequeña localidad de Weimar, entre Frankfurt y Berlín, iniciaba una escuela que cambiaría la historia del arte. La idea era unir artesanía y técnica, adaptar la creatividad en un paisaje desolado de posguerra.

Edificio de Bauhaus Dessau construido de hierro y hormigón (1925).

Alumnos de todas partes llegaban a este pequeño oasis donde se podía leer: “Juntos déjenos desear concebir, crear la nueva estructura del futuro que un día se elevará hacia las alturas como símbolo de cristal de una nueva fe”. La Alemania conservadora se empezó a indignar, en sus aulas había extranjeros y mujeres. Un siglo después, el mundo rinde tributo a esta institución que cambió el rumbo del arte y el diseño.

Al frente del proyecto, Walter Gropius, hijo y nieto de arquitectos, que impulsó el uso de materiales modernos e innovadores para crear edificios, muebles y objetos funcionales. Tanto Walter como quien hereda su puesto, Winfried Spielkamp, son partidarios de programas que unen ciencia, tecnología y diseño. Su revolución va más allá del objeto: plantean una nueva forma de trabajar y nuevas ideas.

 

Cartel del documental Espíritu Bauhaus. Trajes de teatro (1924).

En 1925 la escuela se trasladó a Dessau, a cien kilómetros, en una zona industrial, pero alcanzó su plenitud con maestros como Mies Van der Rohe, Marcel Breuer, Josef Albers, Paul Klee o Vasili Kandinsky. Sus viviendas y sus creaciones empezaron a deslumbrar al mundo hasta que, en 1933, la Alemania Nazi obligó al cierre de la escuela y todos sus líderes se desperdigaron por el mundo. Pero nadie pudo quitar que la escuela de arte y diseño de la Bauhaus lideró el desarrollo del modernismo, creó el estilo internacional y supo fusionar el arte y la artesanía, los trabajos tradicionales con la técnica más vanguardista.

Para celebrar todo esto, nos hemos puesto de gala y se celebran homenajes en todo el mundo: en Weimar se acaba de inaugurar el nuevo Bauhaus Museum a cargo de la arquitecta Heike Hanada, mientras que en noviembre se rescatará una vivienda decorada con muebles diseñados por los estudiantes. En Dessau abrirá otro museo con 50 mil objetos de la Bauhaus. El tiempo se ha portado bien con las obras y las creaciones de esta escuela: “La Bauhaus no es un estilo, es una actitud”,señaló en su día su fundador Gropius, desde nuevos enfoques y la unión de disciplinas para buscar soluciones.

Mujer con máscara de Oskar Schlemmer sobre silla Wassily de Marcel Breuer.

El acoso del poder Nazi hizo que la escuela se trasladara a una antigua central telefónica en Berlín. El exilio de sus profesores fue una diáspora por el mundo. En Estados Unidos lograron asentar sus ideas en grandes ciudades, Moholy creo la nueva Bauhaus y marcó la silueta de Chicago; Gropius formó al nuevo talento arquitectónico de la Escuela de Yale con alumnos como Richard Rogers o Norman Foster. Lo funcional y lo bello se unieron para siempre. Para los nazis, eso era considerado un arte degenerado.

 

La escuela fue pionera en la fusión del arte, artesanía y tecnología aplicada a la pintura, escultura, diseño, arquitectura, cine, fotografía, textiles, cerámica, teatro y la instalación artística. El arte debía satisfacer las necesidades de la sociedad sin distinción alguna entre forma y función, los principios fundamentales de la Bauhaus sentaron las bases del diseño gráfico, industrial y de interiores moderno.

La obra Bola de cristal de Walter Funkat (1929).

Para entenderlo ahora, un resultado con herencias de la escuela de Bauhaus, sería el iPhone, atractivo y funcional. Esa filosofía esta en todos los trabajos de la escuela alemana: cada diseño de una silla era un manifiesto. Atrás quedaba el diseño emocional o el arte por el arte. El nuevo grafismo, el nuevo diseño de interiores, quería conciliarse con la vida práctica, con la utilidad de la belleza. Es la cuna del nuevo diseño industrial.

Un siglo después, los muebles Bauhaus siguen triunfando y siguen siendo molde empleado en grandes fábricas como Ikea. La Silla Barcelona de Ludwing Mies van der Rohe, la lámpara Globe de Max Bill, la silla Wassily de Breuer y hasta el sillón de Le Corbusier o las creaciones de Vitra que reproducen el sello Bauhaus, son prueba del éxito y la vigencia de la escuela. Estanterías, objetos, asientos, telas, utensilios que rodean nuestra vida son herederos de la escuela.

La dinámica interdisciplinaria fue una constante en la Bauhaus fundada por Walter Gropius.

Marianne Brandt comenzó a trabajar con la compañía de iluminación Kandem para comercializar lámparas de Bauhaus, mientras que Marcel Breuer estableció su propia compañía, Standard Möbel, para vender sus muebles de acero tubular de forma independiente. Resulta tremenda ironía que, para un lugar fundado en la “verdad de los materiales”, el producto más vendido de la escuela era el papel tapiz decorativo.

 

Bajo la dirección de Mies van der Rohe, quien se convirtió en director cuando la escuela se mudó a Berlín, expulsada de Dessau por los nazis en 1930, el enfoque cambió a la arquitectura y a los interiores. Junto a su compañera, Lilly Reich, promovió la idea de espacio doméstico de planta abierta, con áreas separadas por cortinas de tela colgantes y particiones móviles. Otra de sus innovaciones fueron el uso de tipografías que tuvo como consecuencia que el diseño gráfico también viviera su propia revolución.

La obra de Lotte Besse Retrato de Otti Berger con estudio.

En esto tiempos modernos, llenos de homenajes, otro que se hace a la Bauhaus lo protagoniza Adobe. Sí, la compañía de software, que anuncia el lanzamiento de Tesoros escondidos de Bauhaus Dessau, un proyecto especial y extraordinario en el que traen a la vida las tipografías inacabadas que iniciaron diseñadores legendarios de la escuela Bauhaus hace casi cien años. Xanti Schawinsky, Joost Schmidt, Carl Marx, Alfred Arndt y Reinhold Rossig son algunos de los nombres del talento gráfico. Sin olvidar a Herbert Bayer, creador de la tipografía Bauhaus, sencilla y sin artificios. Una escuela que cambió nuestra manera de vivir, de ver y hasta de leer el mundo.

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