Davide Passoni

Tiempo de lectura: 7 minutos

24 marzo, 2024

 

Tiempo, pasión y velocidad. Tres sustantivos que pueden resumirse con dos más: relojes y coches. El mundo de las carreras, junto con el de la aviación, fue el primer laboratorio donde las casas relojeras experimentaron soluciones para que la medición del tiempo fuera cada vez más precisa y para registrar intervalos cortos. Este proceso ha impulsado el desarrollo del cronógrafo, el modelo que sigue encarnando el espíritu más deportivo del mundo de la relojería. 

Sin embargo, el primer cronógrafo del cual se tiene registro fue un cronógrafo de bolsillo, producido por Louis Moinet en 1816: medía los tiempos en sexcentésimas de segundo y se llamaba compteur de tierces. Cinco años más tarde, Nicolas Mathieu Rieussec patentó un compteur de chemin parcouru, un instrumento que usaba un pequeño depósito de tinta para marcar una gota al principio y al final de cada medición en la esfera de esmalte blanco. Así, de manera literal, “escribía” el tiempo (de ahí el nombre de cronógrafo), aunque en esa época no estaba destinado a medir carreras de coches, sino de caballos.

En 1827, Louis Frédéric Perrelet patentó un contador fraccionario o rattrapante, que tenía dos segunderos superpuestos con tanta precisión que parecían uno solo. Este dispositivo permitía rastrear el tiempo de dos eventos que tenían el mismo inicio, pero no terminaban simultáneamente.

El primer avance técnico significativo ocurrió con la invención de la leva en forma de corazón por Adolphe Nicole en 1844. Este componente, que aún se utiliza en los cronógrafos modernos, controla las tres funciones fundamentales: inicio, parada y reinicio. A principios del siglo XX, con el estallido de la Gran Guerra y el advenimiento de la aviación, los cronógrafos pasaron de los bolsillos a las muñecas y, en 1933, Breitling patentó el primer cronógrafo de dos botones, similar al que conocemos hoy.

En 1936 fue el turno de Longines, que introdujo la función flyback, que permitía reiniciar la manecilla a cero y volver a iniciarla mientras el cronómetro estaba en marcha. En ese momento, con el desarrollo de la industria automotriz y el surgir de las competiciones, esta herramienta se había convertido de manera decisiva en un elemento indispensable en el mundo de los motores. Hoy en día, el cronógrafo es una de las complicaciones más apreciadas, declinada en modelos icónicos que siguen cautivando a los entusiastas de la relojería y el deporte motor.

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