Javier Fernández de Angulo

Tiempo de lectura: 12 minutos

17 agosto, 2019

 

Estamos ante el estilo de un hombre que marcó la historia. En tiempos de políticos hostiles, de presidentes mal educados, dirigentes de malos modos y peores gestos, el mundo ha vuelto a ver a Winston Churchill como ejemplo de gentleman, de elegancia y sabiduría política. El cine le rinde tributo con la última película de Gary Oldman, pero también la moda.

El personaje de Churchill, nada convencional, tiene tanta fuerza que nunca te deja indiferente. Para muchos es un ejemplo de serenidad frente al fanatismo, de inteligencia frente al odio, con todo el sabor british.

Desde muy joven mostró su inquietud por el campo de batalla y, en 1895, cuando España y Cuba empezaban a disputar la independencia de la colonia, Churchill llegó a la isla como corresponsal. Ahí descubrió la pasión y la heroicidad de unos y otros soldados, así como su pasión por los puros habanos, una afición que nunca más abandonó.

Churchill joven

Imagen del joven Churchill en 1899.

Estudió en la escuela de Harrow. Aunque no fue un estudiante brillante, ahí fue donde empezó a mostrar grandes dotes de escritor —sus memorias son dignas de un Premio Nobel, galardón que recibió de la Academia Sueca— y de orador . Escribió más de 40 libros y miles de artículos en la prensa, en revistas y periódicos.

Con 26 años ya había visitado India, Sudán, Cuba y Sudáfrica, como joven oficial de la armada. En India disfrutó del mundo de los caballos y del polo, que practicó con estilo. Pronto ingresó en política: en 1900 ya era parlamentario, pero no renunciaba a los detalles del estilo de vida. Amaba el buen whisky, su cigarro, los buenos sastres y sus paseos por Francia, a lugares como Douville o Normandía, donde iba a cazar. En 1904 dejó el escaño de los conservadores para sumarse al partido liberal, y cuando le reprocharon ese cambio contestaba: “Yo, cuando era del partido conservador, decía muchas tonterías. Por eso ahora me hecho del partido liberal, para dejar de decirlas”.

Su brillantez, su talento, su energía y su entusiasmo le procuraron muchos enemigos, pero su estilo dejó impronta en la clase política y en todo el universo de estilo masculino, por su precisa y acertada presencia en numerosos eventos públicos.

De todas estas imágenes han tenido que beber los directores y creadores de la película Las horas oscuras. Cuando Winston se muestra en público, hace alarde de un estilo genuino. Aunque le criticaron su atuendo de boda, siempre fue de gustos refinados. Las malas lenguas dicen que era una pesadilla para el sastre: espalda arqueada, robusto y hombros caídos.

Churchill estilo

Churchill en traje de tipo ‘siren suit’, con sombrero Homburg y zapatos de pitón.

“Estilísticamente, él estaba muy en su propio reino, pero en cuanto a la figuración, fue un desafío”, dice Simon Cundey, director gerente del peso pesado de Savile Row, Henry Poole, en la revista The Rake. Ahora, atentos al fenómeno Churchill, se puede ver en los escaparates de esta sastrería algunos de los looks que ha recuperado Gary Oldman para la película. Otro obstáculo para la imagen de Winston fue compartir escena con Anthony Eden, conde de Avon; para muchos, el político mejor vestido de todos los tiempos. La esencia de la vestimenta de Churchill permanece como un icono, con sus trajes oscuros, su moño, sus zapatos bien boleados y un sombrero de bombín, que solía ser de Look and Co. Entre sus accesorios, un reloj de bolsillo; un Breguet, recreado para la película. Sir Winston Churchill era un cliente habitual de la casa relojera, a veces en calidad de comprador, como en 1928, a veces en calidad de cliente, cuando traía para revisión el reloj que lució toda su vida, el Nº 765, un excepcional cronógrafo con repetidor de minutos y segundero parcial, adquirido en 1890 por el duque de Marlborough.

En su atuendo de mañana, llevaba un pantalón de cachemir a rayas, pero a diario usaba trajes de las mejores telas inglesas. También creó vanguardia. Así como el pijama del pintor Julian Schnabel, inventó el traje de sirena, pero no vayan a pensar en La Sirenita de Disney, sino algo mucho más práctico e inteligente, como era él. El siren suit era un traje muy cómodo de lana resistente con cinturón para usar cuando sonaban las alarmas durante la Segunda Guerra Mundial y había que ir al refugio. Con bolsillos en el pecho, un cruce entre bata y traje. Amplio y confortable para moverse con agilidad en tiempos de bombas.

Después se hicieron versiones más sofisticadas con telas de terciopelo y los bolsillos donde, dice la leyenda, Churchill guardaba los restos de sus puros. Turnbull & Asser recreó esta prenda con tejido de lino y lana 100% para rendir homenaje al primer ministro en el 50 aniversario de su muerte. El siren suit está más vigente que nunca.

La verdad es que, si aún viviera el Bulldog, apodado así por los rusos, sería un icono de estilo, pues hasta sus baúles y equipajes son recordados por las mejores casas de maletas: enormes armarios en piel para grandes travesías.

Fue llamado a encabezar el Almirantazgo y la Marina, durante la Primera Guerra Mundial; sirvió como secretario de estado para las colonias durante la creación del Estado Libre Irlandés; se hizo cargo del Tesoro durante los tempestuosos años 20 y, por último, residió en el número 10 de Downing Street como primer ministro durante la Segunda Guerra Mundial.

Para recopilar toda su imagen, desde que muy joven se inició en el ejército hasta sus últimos días, se editó el libro Churchill Style, de Singer, (se puede adquirir en Amazon) donde desfilan sus casacas marineras, sus reconocibles sombreros Homburg, alguna que otra copa de coñac y champaña, relojes de bolsillo y moños.

churchill familia

Con su hijo Randolph, su hermano, John Churchill, y su sobrino John Churchill.

Cuidaba todos los detalles, como sus slippers de terciopelo bordadas con sus iniciales. “En su corazón —escribe Singer—, la esencia del estilo de Churchill no radica en meras cosas, sino en la ambición, la energía, el ingenio y la ilimitada confianza en sí mismo. […] Su convicción exasperante de que estaba destinado a la grandeza, así como la intrepidez en la búsqueda de la gloria. Fueron estos últimos elementos los que le permitieron sobrevivir catástrofes políticas que habrían derribado a cualquier otro hombre”.

No se sentía más que los demás, pero lo explicaba con talento. Dijo: “Todos somos gusanos, pero yo soy luciérnaga”. En la introducción a Churchill Style, Michael Korda devela con simpatía algunos secretos del político, y se mete en algunos de los gustos más peculiares: “Su ayuda de cámara estaba equipado con un termómetro plateado de Asprey para medir la temperatura exacta del agua de su tina de baño antes de introducirse en ella”. Churchill nunca se ató sus propios zapatos, su valet lo hizo por él. Por último, “su piel era tan sensible que sólo usaba seda tejida y calzas, e incluso en el apogeo de la guerra desayunaba en una bandeja en la cama: tocino, huevos, salchichas, tomates, té y pan tostado”.

Para Las horas más oscuras, quisieron ser fieles al clóset de Churchill y fueron a su sastrería de siempre, HenryPoole & Co. para encargar todo el vestuario, pero con apenas siete semanas de antelación. ¿Por qué insistir en la sastrería de Savile Row? Porque el propio padre de Winston se hacía sus trajes ahí. Quizá el más conocido  fuera su franela Chalk Stripe, a rayas, con el que fue retratado con un arma en la mano, su sombrero de copa alta y su puro.

Este político y estadista marcó una época. Líder en tiempos de guerra, fue dos veces primer ministro británico. Comenzó como periodista, corresponsal en la lejana isla de Cuba, en donde vivió de cerca las tensiones previas al desastre del 98. Fue historiador, escritor y artista, pues le gustaba pintar para relajarse. El propio Picasso dijo que podía vivir perfectamente de sus paisajes. Sin duda, Churchill fue un hombre que marcó una época y un estilo, y hoy el mundo le rinde tributo.

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