Reinhold Messner, el rey de la montaña
Subtítulo Representante de conquistas a gran escala, el gran alpinista Reinhold Messner narra para Gentleman México sus aventuras alrededor de los 7 picos más alto del mundo.

“Soy narrador, sigo la narrativa del montañismo que para mí es un hecho cultural: es la tensión entre la naturaleza humana y la de la montaña”. Reinhold Messner, de 76 años, vive con pasión los desafíos, algo que, sin duda, lo que le llevó a ser el primero en escalar los 14 picos de más de 8,000m en el planeta. Está entre los primeros en escalar las Siete Cumbres, los picos más altos de los siete continentes, considerando las dos Américas por separado.

 

 

 

 

 

 

Ver esta publicación en Instagram

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una publicación compartida por Reinhold Messner (@reinholdmessner_official)

Además de ser un divulgador, preside la Fundación Messner Mountain para ayudar a educar a las poblaciones que viven en la alta montaña y apoyarlas con múltiples acciones. Un desafío, el de las Siete Cumbres, celebrado por Reinhold con Montblanc (que apoya a la Fundación) y con el reloj Geosphere Messner 1858, cabe destacar en la parte posterior un grabado que incluye los nombres de las siete montañas, además de su firma. “Aún hoy subo más de 6 mil metros y el reloj es fundamental para calcular los tiempos de ascenso, entre escalada y regreso”. Este es un breve recuento y en sus palabras de cada una de sus conquistas. .

1. Mont Blanc – Elbrus. He estado en el primero, el más alto de los Alpes, varias veces, pero el momento clave fue en el pilón Freney, cara sur. Un pilón vinculado a la tragedia de 1961 que afectó a Walter Bonatti, en la que murieron cuatro montañeros. Conocí a Walter y recuerdo que mis pensamientos estuvieron ese día a menudo con él. Elbrus es el pico más alto de Europa, fácil pero agotador. Subí por primera vez en los años 80 y desde entonces he vuelto a menudo al Cáucaso: estoy preparando una película sobre la primera ascensión de 1903.

2. Kilimanjaro. Recuerdo haber escalado BreachWall, una de las paredes más difíciles del mundo, tuve una caída de hielo cuando la escalé. Luego, en las fáciles pendientes finales, la nieve estaba tan podrida que me mojé hasta el cuello y, al bajar, corrí hacia el refugio para no arriesgarme a congelarme una vez que bajara el sol.

3. Denali. Abrí una nueva ruta con un amigo, la llamamos “Medianoche” porque llegamos a la cima sobre esa hora, con la luz (era mayo), a -50 grados. Solo éramos nosotros en la montaña. Bajamos de inmediato, sin parar, para no congelarnos.

Montblanc 1858 Geosphere Edición Limitada de 262 piezas en caja de 42 mm en aleación de bronce.

4. Aconcagua. Otra nueva ruta en la cara sur, la más alta de las dos Américas, más de 3,000 metros. Habiendo escalado lo más alto de los Alpes, el norte del Eiger, y el más alto del mundo, el Rupal en Nanga Parbat, escalar esto también fue lo mejor para mí.

5. Monte Vinson. Una ruta fácil, pero logísticamente complicada. Las tormentas llegan de repente al Polo Sur. Por suerte a mí no me pasó, pero hice lo mismo que en Denali: subí y bajé sin parar, para no congelarme hasta morir.

6. Puncak Jaya. A principios de la década de 1970 abrí una nueva ruta por la cercana pirámide de Cartstensz. Los periódicos de la época decían que Puncak Jaya, con un hermoso muro de 1,200 m, era más bajo. No estaba seguro. Como no pude medirlos, también subí el Puncak Jaya, solo.

7. Everest. Fui el primero en escalarlo sin cilindros de oxígeno junto con Peter Habeler en 1978. Allí entendimos que el montañismo podía cambiar si conseguíamos renunciar a las ayudas que para muchos eran necesarias. Para subir con los cilindros se necesitaban sherpas, para lo cual a su vez se necesitaba otra logística y las expediciones se volvieron exclusivas de gente adinerada. Esa práctica complicaba la subida de muchas. Llevaba a que un alpinista normal podía escalar la montaña, aunque no de la mejor manera. Dos años después subí solo por el lado de Betano. He escalado solo en otros picos de 8,000m y en los Alpes, pero prefiero tener a alguien conmigo, con quien ir compartiendo miedos y dolores.