Idoia Uribarri

Tiempo de lectura: 8 minutos

21 julio, 2020

 

“Es difícil de explicar, pero hay momentos en los que puedes sentir la fricción del sonido en la mano, en la batuta. Es como si uno estuviera untando algo en el aire, esparciendo el sonido. Cuando eso se produce el gesto y la respuesta del sonido son exactamente compatibles, y la orquesta y el director nos conectamos a través del sonido.”

Así es como el Director Titular de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes expresa con palabras algo que sucede en el mundo de lo intangible. Ese mundo en el que la música, el sonido, las emociones, el tiempo y el espacio se combinan contradiciendo cuestiones habitualmente gobernadas por la razón y la lógica. Ese mundo que habita en el interior de los músicos, trasciende los límites físicos y verbales, y hace de la música un arte universal.

Obligados por la pandemia a hacer esta entrevista por videollamada, Ludwig nos cuenta cómo fue el deseo de hacer música sin sentir los límites de su instrumento, el violín, lo que le llevó progresivamente hacia la Dirección. “Tenía la necesidad de poder moldear el sonido de una manera más profunda, de crear la idea musical que yo pensaba debían tener las partituras. Como violinista me sentía limitado tocando el repertorio orquestal. La única manera de superar esa limitación era convertirme en la persona que es capaz de tomar las decisiones musicales y ponerlas en marcha, es decir, en el Director.”

Es ese modo de sentir el que le lleva a estudiar la música que debe interpretar comenzando por su estructura general, para poco a poco ir adentrándose en el detalle hasta llegar a “esos entes vivos” que son cada una de las voces instrumentales que forman la partitura. De nuevo, partiendo del detalle reconstruye la partitura hacia el todo.

También contextualiza la composición desde el punto de vista histórico, sociocultural, musical, para finalmente tomar las decisiones sobre todo aquello que el compositor ha propuesto. El último paso lo da con la orquesta. Ahí es donde todo el trabajo previo y su creatividad, unida a la de los músicos, construye el sonido, la música.

Ludwig entiende que un director debe tener un vasto conocimiento musical y una amplia cultura general; una buena técnica para poder transmitir ese conocimiento a través del gesto, la herramienta de trabajo del director; además, tiene que entender la psicología de los músicos a los que dirige para poder ganarse su respeto y así recrear esa partitura, apenas un libro de papel lleno de signos, convirtiéndola en música. Pero no solo.

En su opinión, un director también debe saber planificar la temporada, los ensayos, el concierto. “Es como correr un maratón. Hay que idear los programas de la temporada para que tengan coherencia musical y para que, tanto yo como los músicos, no lleguemos al agotamiento físico y mental en ningún momento.”

Esa misma planificación es necesaria durante los ensayos previos al concierto. “Dividir el tiempo de ensayo, decidir qué se va a ensayar, cómo, en qué enfocarse, cómo ensamblar. Además, hay que dosificar los puntos álgidos de energía en la música para que no sea en el ensayo sino durante el concierto y frente el público donde todo el trabajo florezca.”

Mientras la energía fluye entre músicos y director el tiempo adquiere otra dimensión. Se expande, se concentra, se suspende, desaparece, emerge. Pero sobre todo “pasa muy rápido. La mente está en muchas cosas a la vez pero por encima de todo disfrutando. Puede que la sinfonía dure 45 minutos o la ópera tres horas. Pero la percepción del tiempo es muy relativa. Es otro mundo paralelo, estás haciendo música.”

Aunque no le gusta ser el foco de atención debe subir a un escenario para hacer lo que le apasiona. La pandemia le ha obligado a vivir sin esa “dosis de adrenalina”. Pero su naturaleza creativa le ha llevado a ver “la parte positiva de esta circunstancia negativa, y a canalizar, reinventar y adaptarse a la nueva circunstancia. Es fácil, la música es muy buena compañera.” Una compañera que en esta crisis llena de rupturas, vacíos, ausencias y distancia nos puede ayudar a conectar de nuevo como lo hacen la orquesta y su director.

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