Izaskun Esquinca

Tiempo de lectura: 16 minutos

2 noviembre, 2019

 

Estamos celebrando cien años de trayectoria, de tradición en la familia. Es decir, festejamos a mi abuelo, que tenía 20 años cuando se inició en el tallado de diamantes. A partir de ese momento calculamos el centenario. Su primer taller lo abrió en Ámsterdam. Fue un pionero”, nos cuenta Sergio Berger durante una charla con motivo de este centenario.

Alex Elías Berger y su familia llegaron a México el 16 de abril de 1943 tras un par de años de vivir en Cuba y pasar por infinidad de historias de supervivencia al salir de Polonia. “Mi abuelo iba vendiendo diamantes para sobrevivir. Primero fue a Francia, luego a Niza. Cruzó la frontera de España a pie”, nos dice Sergio. Sí, su abuelo fue perseverante y huyó de las guerras mundiales. Y aunque su objetivo era llegar a Estados Unidos, México lo conquistó con todo su colorido.

Todas esas historias y experiencias lo hicieron más fuerte para seguir adelante y crear Berger Joyeros, una marca que cuenta con un prestigio mundial y boutiques distribuidas en las principales zonas de la Ciudad de México, como Santa Fe y Polanco.

SUS INICIOS EN MÉXICO

Berger comenzó en las calles del Centro Histórico, en Madero #35. Ahí abrieron una tienda de venta de diamantes al mayoreo. Era la segunda generación, Maurice y Sylvain Berger, quienes se convirtieron en los principales proveedores de los joyeros y fabricantes de la zona. Más tarde comenzaron a vender, también, piedras preciosas.

Desde rubíes y perlas hasta esmeraldas, “éramos los principales importadores de piedras en México durante la década de los cincuenta y ochenta. Nos llamábamos Bermex”, afirma Sergio, quien también nos cuenta que ahí colocaron su primer taller y empezaron a fabricar sus propias piezas. “Se vendían a consigna. Nuestros clientes llegaban de Guadalajara, Hermosillo y Monterrey. Era un negocio de confianza”.

Pero luego llegó la expansión y en camino una tercera generación. Eran los años ochenta y noventa cuando Ari y Sergio Berger comenzaron a incluir marcas de alta relojería como Rolex, Patek Philippe y Audemars Piguet.

“Uno de los momentos más importantes en la historia de Berger fue cuando Claudia Schiffer vino a inaugurar la primera boutique de Bvlgari en 1994. Se trataba de la primera tienda de la marca en Latinoamérica. Después, en 2015, abrimos la primera boutique de Rolex, una de las más grandes en el continente; y le siguió Chopard”,continúa Sergio.

BERGER HOY

Actualmente, Berger Joyeros, además de poseer exquisitas colecciones de joyería como la recientemente presentada Bloom of Love, cuenta con las mejores marcas a nivel mundial en alta relojería. “El mundo de la joyas ha cambiado. En los años cuarenta, regalar unos pendiente de brillantes o esmeraldas era lo máximo. Hoy la mujer es diferente. Es más sport y busca usar una joya que se pueda poner todos los días. Nuestras colecciones poseen ese balance y reflejan esa frescura y diseño”, asegura Sergio.

El talento tras los diseños y la supervisión de los mismos corre a cargo justamente de Sergio y de su tío Mauricio, además del experto en piedras Rafael Alazraki: “Si un cliente quiere algo especial, nosotros le hacemos un diseño, lo bocetamos y se lo mostramos. Luego, en nuestros talleres, nuestro grupo de maestros joyeros realiza el trabajo más importante para tener lista una pieza única”. Berger Joyeros es una marca de tradición, un nombre familiar que cumple cien años de entrega y de pasión por lo que hacen. No hay otra forma de decirlo tras este primer siglo de éxitos.

 

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Izaskun Esquinca

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2 noviembre, 2019

 

Si sólo hubiera dos sillas para sentar a los mejores fotógrafos del s. XX, sin duda una de ellas sería  para Irving Penn. El gran genio de la imagen que revolucionó la fotografía, lo mismo retrataba una colilla que un cuadro, unos labios rotos de color que a los grandes intelectuales de la época como Truman  Capote, Marcel  Duchamp  o Picasso. Con la misma fuerza y el mismo talento trataba la mirada de un sabio que un objeto sin vida. Sus imágenes cambiaron la historia de Vogue y otras revistas de moda. Siempre rozó el límite de la fotografía con ironía y exceso, ya fueran modelos de muchos kilos o labios con herramientas.

Se celebran los cien años del nacimiento del artista con una exposición antológica en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York que reivindica su figura bajo el título de Centennial. Decía Ivan Shaw, director de fotografía para Vogue, que Penn todo lo hacía bien: el retrato, la moda, los objetos. Pocos fotógrafos son capaces de moverse con tanta facilidad en las alturas. Su blanco y negro no te dejaba indiferente, pero sus imágenes de lifestyle estaban llenas de vida. Sus trabajos publicitarios para firmas como L’Oréal y su tratamiento de la imagen  rompió para siempre la barrera entre lo comercial y la artesanía. Como él decía, retratar un pastel también puede ser arte.

Hijo de emigrantes rusos, la pintura siempre fue su sueño, pero con sus instantáneas creó obras tan inmortales como las que aparecen en los lienzos. Por eso, ahora el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York le rinde un merecido tributo y celebra el centenario del nacimiento del artista. Sus trabajos meticulosos hacían pensar a los críticos que se pasó media vida detrás de la cámara y la otra mitad en el laboratorio o pensando en composiciones.

Cualquier fotógrafo de estudio hoy tiene en Irving Penn la mayor referencia, pues hasta la colilla de un cigarro tras un disparo se convertía en una obra única. Sus primeras imágenes en revistas de moda fueron retratos impecables de alta costura, con una elegancia sorprendente y una luz que cambió la mirada de las publicaciones de estilo. Su capacidad para pasar de los ojos de un pintor a una naturaleza muerta es admirable. La exposición Irving Penn: Centennial repasa como nunca antes todas las disciplinas que dominó el artista, con 70 años de carrera en imágenes de gran impacto en soportes y técnicas como la fotografía, el grabado o la pintura.

La muestra recorre sus diferentes caminos: carteles para la calle, incluyendo ejemplos de trabajos tempranos en Nueva York, el sur de Estados Unidos y México; moda y estilo para varios títulos internaciaonales y con muchas fotografías clásicas de Lisa Fonssagrives-Penn, la ex bailarina que se convirtió en la primera supermodelo, así como en esposa del artista; retratos de indígenas en Cuzco, Perú; pequeños cuadros de trabajadores urbanos; rostros de personajes de la cultura muy queridos, que van desde Truman Capote, Joe Louis, Picasso y Colette a Alvin Ailey, Ingmar Bergman y Joan Didion; retratos de los ciudadanos de Dahomey (Benin), Nueva Guinea y Marruecos vestidos de manera fabulosa; los últimos muertos de Morandi; desnudos voluptuosos; y gloriosos estudios de color sobre las flores.

La belleza en su concepción original. Además, se aprecia cómo el artista va transmitiendo las tendencias culturales de la época, y también su capacidad para hacer retratos comerciales. Su cuerpo de trabajo también muestra el auge de la fotografía en los años 70 y 80, época en que las revistas de moda tienen su esplendor. Pero el mundo sofisticado en el que vive Irving contrasta con sus fondos sencillos. Un rincón, una esquina le servían como gran escenario. De hecho, su lienzo preferido estaba hecho de una vieja cortina de teatro encontrada en París, que había sido pintada suavemente con unas nubes grises y difusas. Este telón de fondo siguió a Penn de estudio en estudio.

Otros puntos destacados de esta magna exposición incluyen imágenes recién desenterradas del fotógrafo desde su tienda de campaña en Marruecos, algo inédito que descubre al artista lejos del glamur, como por ejemplo lo que realizó en México o en Cuzco, con retratos sobrecogedores.

Así, las formas, los rostros, las sombras, las miradas y la rebeldía hacen inmortal la obra de Irving Penn. Impactos provocativos, como desnudos voluptuosos o detalles sutiles, cuando en su foto de moda retrata a la modelo descalza, cansada ya de tanta sesión fotográfica. Elegancia y rotundidad, provocación y belleza, dos registros que sólo un genio como él puede llevar a la máxima expresión.

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