Javier Fernández de Angulo

Tiempo de lectura: 12 minutos

2 junio, 2019

 

El apellido Kennedy va unido a la fatalidad, la tragedia y la leyenda. El padre del conocido como John-John falleció en 1963. Fue asesinado en Dallas cuando era presidente de Estados Unidos. John-John, a los 38 años, murió en un accidente de avioneta. Pilotaba la nave acompañado de su esposa Carolyn Bessette, publicista para Calvin Klein y nombrada la princesa de América, así como su hermana Lauren. Las primeras horas tras el accidente fueron de incertidumbre, hasta que aparecieron piezas de la avioneta y el equipaje de la tripulación en la zona de Gay Head, en el extremo occidental de la isla Martha’s Vineyard en Massachusetts.

Su trabajo como editor de la revista George lo había convertido en el periodista más interesante del mundo, capaz —gracias a su apellido— de entrevistar a cualquier gobernador del mundo o presidente: para un Kennedy siempre había una cita y un hueco en la agenda. En el grupo Hachette, en Nueva York, editorial que también publicaba Elle, su llegada a la oficina, muchas veces en bicicleta, originaba un gran revuelo.

Carolyn añadía glamour al personaje. Su estilo minimalista y elegante la convirtieron en la favorita de las páginas de las revistas de sociales. El diseñador cubano Narciso Rodríguez le regaló el vestido de boda. Acerca de ella, Anna Wintour, directora de Vogue, dijo: “Ella tiene el look”.

John F. Kennedy Jr. saludando durante el funeral de su padre en 1963.

John-John era como un príncipe heredero, elegido el hombre más sexy del mundo, según la revista People, en 1988, y el único hijo de JFK. Jugaba en el despacho oval y se le vio saludar el féretro de su padre asesina- do, pero también con su bicicleta y graduándose en la Universidad de Brown en Long Island.

Las revistas retrataron su crecimiento junto a su madre, Jackie. Año tras año, John Jr. fue un viajero incansable. Entre sus re- corridos destacan su paseo por el norte de Europa y su viaje a India junto a Diva Akbar, hija del periodista MJ Akbar. Se lanzó al mundo como un recién graduado de historia, veinte años después de la muerte de su padre. Estuvo en la Universidad de Delhi y mostró interés por los temas de salud, alimentación y educación.

El reto de ser director editorial de la revista George, que trataba temas de la vida política estadounidense, ocupaba gran parte de su tiempo. The Guardian y e New York Times han reproducido con detalle el día de su muerte. El viernes que ocurrió la tragedia había muchas razones para que John-John se sintiera alegre. Primero, su prima Rory se iba a casar; también tenía todo el respaldo del grupo Hachette para continuar con George. Pero, por otro lado, se encontraba lesionado después de una caída en parapente. Además, descartó a su copiloto. Acosado por las cámaras y los paparazzi, desde su infancia, volar era un escape, una sensación enorme de libertad y una pasión.

También conocido como John-John, convive con su padres John F. Kennedy.

El infortunio de volar

Cuentan que ese día almorzó con sus editores, hizo algo de ejercicio —era un gran deportista— y se encontró con su cuñada, Lauren Bessette. Su esposa Carolyn buscaba un vestido para la boda en Yves Saint Laurent, en Saks Fith Avenue, y un vestido negro de Alber Elbaz. Al vendedor le comentó que no tenía ganas de volar de noche. El plan era dejar a la cuñada Lauren en Martha’s Vi- neyard y volar luego a Hyannis Port, donde era la esta. El parte meteorológico decía visibilidad de 8 millas, pero con algo bruma.

Arrancó el avión, procedió a rodar por la calle de servicio y, una vez autorizado por la torre, despegó a las 20:38 h. Su avión Piper Saratoga levantó el vuelo. “Lo vi rodar y despegar y le dije a mi familia: ‘No puedo creer que esté subiendo con ese clima, cometió un error estúpido’”, dijo Andrew Ferguson, presidente de Air Bound Aviations. Fue como pasarse por una señal de alto, pero cuando un Kennedy lo hace, siempre aparece un camión de 18 ruedas que viene del otro lado.

Se alejó de la costa de Jersey y el calor y la humedad crearon una mancha de bruma que nublaba el horizonte. En una hora debía ver las luces de Martha’s Vineyard; estaba a 15 minutos de distancia, pero eran invisibles. En medio de la bruma los instintos mienten y Kennedy tuvo un problema de desubicación. Su mente le decía una cosa y los paneles de control otra. Perdió el rumbo y la orientación en lo que se conoce como accidente de desorientación espacial, una desconexión entre la intuición, la realidad y la razón, provocando incapacidad para distinguir arriba de abajo.

John F. Kennedy Jr. en la redacción de la revista George, enfocada en la política americana.

A las 21:34 h Kennedy volaba a 5,800 pies y comenzó a descender a 700 pies por minuto. Para salvarse debió ignorar su cabeza y su instinto. No hubo llamada de emergencia, el avión pudo haber volcado y acelerar su caída. Lo último que vieron debió ser cómo se estrellaba contra el océano a 79 pies por segundo. Todos los pasajeros sufrieron múltiples lesiones traumáticas; tenían el cinturón de seguridad puesto por- que se esperaban muchas turbulencias. Las alas se arrancaron del impacto. Cuatro días después, el cuerpo del heredero de JFK era recuperado entre los restos del fuselaje, junto a su esposa y su cuñada.

National Geographic, en un excepcional documento, reproduce los hechos de ese trágico 16 de julio, basado en informes oficiales con testigos. John-John llevaba un año con la licencia de vuelo y era su primer despegue tras romperse el tobillo. El viaje debía durar 90 minutos en un recorrido familiar, lejos de las nubes, y volaba a 1 600 metros, sin dejar de ver el horizonte y siguiendo la costa. El controlador del aeropuerto no tenía contacto del avión Piper Saratoga. Estaban desaparecidos. A las tres de la madrugada, la FAA ordenó la búsqueda del avión porque llevaba cinco horas desaparecido. Once aviones partieron de la costa en su búsqueda.

El avión había desaparecido. Los mili- tares se unieron por la mañana, sabían que las aguas heladas del Atlántico no permiten mucho tiempo de naufragio. La tensión y la presión de los medios hizo de la búsqueda un espectáculo. Incluso particulares se sumaron al rescate. Millones de personas en todo el mundo empezaron a temer lo peor. A las pocas horas se encontraron restos del avión: la rueda y una de las maletas.

Robert Perry era el jefe investigador al mando de la junta de seguridad de transporte. Las primeras hipótesis del accidente los llevó a pensar que pudo ser un acto criminal, los archivos del FBI demostraron que había recibido amenazas de secuestro, sin embargo, descubrieron que volaba en la dirección equivocada. El avión realizó varias maniobras extrañas, descendió, giró y se elevó, y luego giro a la izquierda… piloteaba como si no pudiera controlar el avión. Era inusual para un descenso. El 20 de julio, los submarinistas de la Marina encontraron el avión y los cuerpos de los tres pasajeros.

Je Guzzeti lideró la investigación del accidente la cual confirmó que alas, cola y nariz del avión impactaron intactas al agua, sin haber explotado antes. Analizaron todos los fragmentos y descubrieron que el techo estaba más dañado que el suelo del avión, por lo que dedujeron que cayeron boca abajo sobre el agua.

El modelo Saratoga es propulsado por un solo motor, por lo que las aspas siguieron girando bajo el agua: el motor no falló. También estudiaron las horas previas al accidente de John John Kennedy. Su lesión de tobillo, al que le acababan de quitar el yeso, no era razón para ningún problema de vuelo. Pensaron que quizá el estrés por su relación de pareja —se hablaba de crisis matrimonial— y de los problemas con la revista George, desde donde buscaba acercar la política a los ciudadanos. John-John llevaba 17 años dando clases de vuelo y tenía una bitácora de 310 horas de vuelo, de las cuales sólo 75 eran horas reales.

Tim O’Neill, su instructor, decía que tenía muchas cosas en la cabeza. Un instructor se ofreció a volar con él el día del accidente, pues estaba calificado para vuelos visuales no instrumentales o con condiciones meteorológicas adversas, que te permite controlar el avión entre nubes. La noche en que voló no era la mejor. Por la radio descubrieron que escuchó una frecuencia equivocada. No recibía actualizaciones del clima. Se equivocó de frecuencia y se sumó la niebla. El informe oficial concluyó que fue incapaz de mantener el avión en el descenso. Fue una tragedia, Estados Unidos per- día a uno de sus ídolos en el comienzo de su carrera. Un hombre que pudo haber cambiado la historia.

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