Tras un inicio difícil, cuando las editoriales le negaban la gloria, Joël Dicker comenzó a ganar algunos premios, como el de escritores de Ginebra, con Los últimos días de nuestros padres; después el Goncourt des Lycéens con La verdad sobre el caso Harry Quebert, editado por Alfaguara. Ha tenido otros éxitos como El libro de los Baltimore y La desaparición de Stephanie Mailer. Joël Dicker, cuyas obras se han traducido a 38 idiomas, es un fenómeno global, suizo y embajador de la firma de relojes Piaget.

¿Qué importancia tienen el tiempo y el ritmo en tus novelas?
El tiempo es importante. El tiempo que pasa en mi ambiente y forma parte de los personajes que evolucionan en mis relatos y las muertes, aunque lo que importa es la consecuencia de esto en mis personajes. Como en la vida real, el retrato de un personaje es parte de su pasado; el presente existe porque hay un pasado. Hoy teníamos una cita, no nos encontramos y ahora estamos justo aquí: es consecuencia del pasado. Tú, tus amigos y yo somos fruto de nuestro pasado. Si tienes fallos de memoria, tu presente no tiene sentido, no entiendes nada.

¿Cuál es tu metodología para crear personajes?
No sigo metodología alguna, lo hago por la emoción, por el interés, por el instinto, por cosas que son difíciles de justificar; lo hago por gusto, y eso es algo a lo que me ha guiado la intuición.

¿Que parte le dedicas a la investigación?
No hago búsquedas [porque] la realidad mata a la ficción. Si me empiezo a documentar, la historia esta encorsetada: la realidad ataca a la ficción.

¿Cómo manejas el éxito y el fracaso?
Son dos cosas diferentes. Te afecta más el fracaso que el éxito. Si son continuos, te enseñan más y te ayudan a repensar las cosas. El éxito es más subjetivo; cada uno lo percibe de una manera. Hay muchos puntos de vista. Yo no pienso mucho en mis lectores a la hora de escribir, estoy solo ante la página en blanco y no pienso en lo que se vende. Tengo que resolver la historia y mis dudas. El fracaso ha sido un periodo muy importante para la construcción de mi trabajo y entender mi labor. Es un gran maestro.

¿Que te ha permitido disfrutar el éxito?
La libertad es un lujo. El placer de hacer el trabajo que te gusta es un privilegio. No deseaba tener, durante cuarenta años, un trabajo donde esperara cinco días para que llegue el fin de semana y que el domingo por la tarde se acabe. Hacer lo que te gusta es un lujo.

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