Javier Fernández de Angulo

Tiempo de lectura: 9 minutos

6 mayo, 2021

 

El comienzo del romance de pareja ya demostró el poder del ruido y la furia. Todo empezó en el rodaje de Cleopatra, donde Elizabeth mostraba una belleza sobrenatural, era 1962. Una mañana Richard Burton apareció en el set de la cinta en Roma con una resaca monumental. Algunos testigos comentaron que no podía ni beber de la taza. “Tuve que ayudarle a acercársela a la boca, y eso me enterneció”, recordaría Elizabeth sobre la escena. “Pensé vaya, pues sí resulta que es humano tan vulnerable, dulce, tembloroso y de risita fácil”. Taylor llevaba ya cuatro matrimonios y Burton era famoso por seducir a sus compañeras de rodaje.

No era difícil que surgiera la chispa, pero ambos estaban casados y rodando cerca del Vaticano, que criticó la relación. Los paparrazzi rodeaban a los actores, se trataba de una de las producciones más caras de la historia de Hollywood. Hubo divorcio y romántica boda en Montreal. Belleza, sexo, riqueza, escándalo y glamour se daban cita. Todo el mundo vivió el divorcio de las parejas en directo y la boda en Canadá.

Richard venía de una familia de mineros en Gales. Tenía esa doble vertiente de actor, escritor, y hombre rudo, guerrero y gran bebedor. Su esposa Sybil Williams parecía tolerarle los devaneos en el set de rodaje, no pensó que nadie fuera capaz de desbancarla y abandonarla a ella y sus hijas Kate y Jessica. Pero llegaron los ojos violetas de Elizabeth. El primer matrimonio entre Taylor y Burton, duró casi 10 años. 16 meses después del divorcio, Burton y Taylor se volvieron a casar en 1975, aunque en esa ocasión la pareja sólo duró hasta julio del año siguiente.

La primera boda en Montreal, fue privada con escasos invitados. Ella portaba un vestido de organza amarillo de la diseñadora Irene Sharaff, la creadora del vestuario de Cleopatra. Completaban el look flores de azahar y lirios y un broche de Bvlgari de diamantes y esmeraldas. Elizabeth recordaría años después que su foto de esa boda era una de sus favoritas. Richard dio un breve comunicado: de “Elizabeth Burton y yo somos muy felices”.

En los primeros años de matrimonio Elizabeth pasó a un segundo plano y le acompañaba en rodajes como el de La noche de la iguana, en Puerto Vallarta. Ahí compraron una casa que hoy es un templo romántico, el escenario del romance es lugar de peregrinaje. Taylor adquirió la casa ubicada en el número 445 de la Calle de Zaragoza, en el centro de Puerto Vallarta. La casa de enfrente pertenecía a Richard Burton, por lo que construyeron el llamado “puente del amor” que conectaba ambas construcciones y les permitía estar juntos sin tener que salir a la calle. Hoy es un hotel.

En México pasaron días de gloria y felices junto a Ava Gardner, John Huston o Tenesse Williams. En esa época Richard confesó su hemofilia, enfermedad heredada por varios de sus hermanos. Un lazo comenzó a unirles de forma devastadora, el alcohol. Sus excesos cada vez eran más evidentes así como sus problemas de pareja, bebían desde el amanecer hasta el ocaso. En público y en privado ya se notaban grandes disputas con violencia física y verbal.

Las numerosas películas que rodaron juntos, como en La mujer indomable, La fierecilla domada, ¿Quién teme a Virginia Woolf?, que le valió a Elizabeth su segundo Oscar. Ficción y realidad se juntaban en la pantalla y su amor fue más universal que nunca. Días de rosas y diamantes, también de alcohol y disputas le permitieron invertir miles de dólares en la boutique Vicky Tiel de París, un millón en un avión y según cuenta en el libro El amor y la furia, “Adquirieron cuadros de Utrillo, Monet, Picasso, Van Gogh, Renoir, Rouault, Pissarro, Degas, Augustus John y Rembrandt”.

Meses después él le pidió de nuevo matrimonio y ella accedió, recordaba Taylor “Hicimos salir a todo el mundo de la habitación, incluidos los niños, y nos emborrachamos”. La segunda boda se celebró en octubre de 1975 en el Parque Nacional de Botswana. Compraron una flota de Rolls-Royce e invirtieron en bienes raíces: 270 hectáreas en Tenerife para cultivar plátanos y cuatro en el condado irlandés de Wicklow (donde criaban caballos), además de Casa Kimberly, en Puerto Vallarta en México. También conservaban sus tres casas: las de Richard en Céligny y Hampshire y la de Elizabeth en Gstaad. Su fama era tal que solían producirse escenas de muchedumbres, fans y curiosos que se abalanzaban sobre ellos.“Podría ser peor”, comentó con humor Elizabeth. “Podríamos ser los Beatles”.

Tras ocho años de amor y fidelidad, Burton tuvo una flaqueza con una actriz de rodaje, Nathalie Delon, la ex de Alain Delon. Conflictos, celos, peleas, ciudades separadas, “Tú a Los Angeles, yo a Nueva York”, y a los pocos días ella hizo público un comunicado el 4 de julio del 1973 en el que afirmaba con dolor, “Quizá nos hayamos querido demasiado”. Cuentan que en cuanto Richard lo leyó, acudió por prime- ra vez en su vida a un médico para intentar dejar de beber.

Gina Fratini diseñó un vestido de colores con plumas bordadas y él con un look Bond, cuello vuelto y pantalón blanco, rodeados de naturaleza salvaje como su amor. La bebida seguía en sus vidas y sus conflictos de amor y odio . Esta boda solo duró ocho meses. Cuando murió Burton de un derrame cerebral evitó ir al entierro, pero después la familia de Richard organizó un funeral al que sí acudió con el mítico diamante Kurpp. “Me gustaría hablarte del puro placer animal que siento por ti”, así empezaba una carta de Elizabeth Taylor a Richard Burton “Tú eres probablemente la mejor actriz del mundo, lo que junto a tu extraordinaria belleza te hace única”. Dicha carta fue encontrada en la mesa de noche de Elizabeth Taylor tras su muerte.

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