El paraíso está aquí
Subtítulo Playas impecables, 50 niveles de azul y relax. Les presentamos Mahé, la isla de Seychelles perfecta para los espíritus libres.

Desde el avión, Mahé, la más grande de las islas Seychelles en Africa Oriental, es un puntito rodeado por 50 sombras de azul. El color de su mar es cambiante y adquiere constantemente nuevos matices: uno con marea alta y otro con baja; otros a pocos metros de la costa y otros mar adentro, dependiendo si hay sol o es el atardecer. Todo multiplicado por las incalculables playas que rodean la isla. Algunas donde está permitido bañarse, otras donde no, pero siempre de color azul celeste.

Una vista aérea de la playa Anse du Riz, un parque marino de la isla de Mahé entre la lujuriante vegetación y los infinitos matices de azul.

La isla más grande de este pequeño archipiélago del océano Índico (que ha sido involucrado muy poco en los acontecimientos de la historia) es un conjunto de rocas que guardan un corazón de selva muy poco habi- tado Cosa que, con los siglos, le ha permitido mantener un ecosistema prácticamente inalterado. La vocación turística reciente intenta mantener un equilibrio entre el paisaje y las tradiciones locales y evita homologar y hacer que Mahé, Praslin y La Digue se parezcan a otros lugares en otros mares. La isla siempre ha sido una atracción para los espíritus libres.

Una de las 41 habitaciones con vista panorámica.

En los años ochenta, Gian Paolo Barbieri, famoso fotógrafo de moda, construyó una casa inmersa en la vegetación en una punta asomada sobre el Anse aux Poules Bleues, una esquina de ensueño inundada por una luz muy especial y enriquecida por la vista del océano a cada lado. Hoy, surge aquí el Mango House Seychelles, un hotel de lujo de la cadena Hilton, que conserva los paisajes y los colores del gran fotógrafo, ofreciendo al huésped, además, una experiencia sensorial de paz, vegetación, mareas y colores africanos, que se declinan en la decoración de las habitaciones y de los espacios comunes, de la comida y de los productos del spa. Una combinación fusión para disfrutar, desde el primer hasta el último instante, de un lugar donde el ruido y la multitud son muy lejanos y los servicios —desde el internet hasta la comida y el transporte— son de cinco estrellas nuevísimo, para una experiencia excepcional.

La Main House Pool del Mango Resort.

El Mango House se desarrolla con respeto a los recursos locales y la delicada sostenibilidad de Mahé: los productos del spa, por ejemplo, están hechos con hierbas autóctonas; el ron de los cocteles es el Takamaka dorado, producido en la isla; el coco ofrece la más fresca y genuina de las bebidas cuando el sol calienta y es necesario saciar la sed; los detalles de los cojines y de las toallas han sido ideados por la diseñadora local Alicia Adams en cuya tienda, en la capital Victoria, es posible encontrar trajes de baño,  camisones, bolsos y collares típicos. Tiene 41 habitaciones y tres villas dotadas de una pequeña alberca privada, tres restaurantes, uno de los cuales es manejado por el chef italiano Carmine Faravolo, capaz de reinventar los mejores platos de la tradición de su país y de inventar recetas nuevas e improvisadas.

Un salón del Mango House: el hotel ha sido construido donde se encontraba la casa del fotógrafo de moda Gian Paolo Barbieri.

Además, con albercas infinitas, gimnasios y pequeñas bahías transparentes, el Mango se encuentra en una posición privilegiada desde donde es fácil desplazarse hacia las grandes playas de Mahé o descubrir Victoria, donde domina todavía una copia (en miniatura) del Big Ben de Londres. Por otro lado, un viejo mercado de especias, frutos del árbol del pan y pescado seco ayudan a entender mejor la población de las islas, formada en parte por descendientes de esclavos y en parte por hindúes, árabes y asiáticos.

Detrás del mercado, un templo hindú encarna la historia de las poblaciones que se han cruzado en esta esquina de la tierra, lejana de las vías más trilladas y habi- tada por tortugas gigantes. Hoy, en los cercos del jardín botánico vive todavía Jonathan, de 187 años, uno de los ejemplares más viejos que se conocen. Aquí, arriba de los árboles de coco de mar (cuyo fruto recuerda la forma de la cadera de una mujer y es el símbolo del archipiélago) vuelan los murciélagos sobre la fruta que los isleños cocinan y comen en un guiso condimentado con curry y otras especias.

La playa Anse Source d’Agent.

La comida muy pobre de los siglos pasados hoy se vende como exquisitez en los puestos de la calle que venden comida para llevar, o se cocina con otros platos de pescado, verduras y especias en el restaurante colonial Marie Antoinette, el más típico de Victoria. Quienes suben al Morne Seychellois se topan con los restos de la guardería fundada para educar a los hijos de los esclavos liberados.

Es el lugar de la isla donde se respira más fuerte el pasado de esclavitud que la población ha sufrido.Desde el Mango House sale también un paseo que lleva a descubrir las otras playas de Mahé, llevando en  maravillosas mochilas coloradas las exquisiteces preparadas por la cocina del hotel. Anse Intendance, un paraíso de arena muy clara y con un fondo bajo, rodeado de árboles de pan y punteado solo con uno que otro puestito, es uno de los destinos imperdibles. Paz, mar y olas: difícil querer algo más.